18 de agosto de 2011

El secreto de permanecer en la presencia de Dios.

“Gracias, Señor. Gracias porque nunca dejas de hablarme.
Gracias porque siempre estás cerca.”
-John White
¿Cómo puedo entrar en la presencia de Dios? ¿Cómo puedo tener un encuentro con Él? ¿Necesito ir a un campamento juvenil o un retiro espiritual para conocerle?
Hay diversas formas de conocer a Dios, pero la más esencial y que es de vital importancia para nuestra vida en cualquier área, es sobre la que hablaré en las siguientes líneas: El momento devocional.
El momento devocional es algo que varía, dependiendo la persona y su perspectiva, pero en esencia el devocional es encontrarnos con Jesús a solas, conocerle y dedicar esos momentos a la intimidad con Él.
Para mí, el momento devocional ha sido una cita diaria. Soy una persona que me encanta escribir todo en un papel, en un cuaderno o agenda, porque tiendo a tener muchas cosas que hacer durante el día y no quiero pasar por alto ningún detalle. Por lo tanto, en mi horario semanal, he designado una hora específica para el momento devocional. Este puede ser un método práctico si de repente no encuentras mucho tiempo libre durante tu día.
Cómo es una cita y es algo importante que está en mi agenda, lo que debo hacer para no faltar a esta reunión importante, es prepararme desde un día antes. Si por ejemplo, mi devocional lo tengo durante la mañana, entonces algo que podría hacer la noche anterior es descansar lo suficiente para poder estar atenta y sin sueño, ya que regularmente es uno de los obstáculos que nos impiden terminar o incluso comenzar nuestro momento devocional.
Este tiempo es muy importante. Veámoslo de esta manera: Lo que nuestro cuerpo necesita para tener energía durante el día y estar sano, entre otras cosas, es una buena alimentación. Hemos escuchado con regularidad que la comida más importante del día es el desayuno. De igual manera, la comida más importante del día para nuestro espíritu, es el momento devocional. Claro que podemos conocer a Jesús a través de predicaciones, de libros, a través de la música y la naturaleza, a través de convivir con hermanos y amigos en Cristo, pero nada de esto se compara a conocer a Dios directa y personalmente desde Su Palabra.
No sé si te ha pasado que quieres y anhelas con todo tu corazón pasar esos momentos a solas con Dios y conocerle pero no sabes cómo hacerlo. Pues a mí me ha pasado y es por eso que quiero compartirte un método que he estado utilizando durante los últimos meses. No pretendo que te aferres a este método, ya que el momento devocional puede ser lo más creativo que puedas imaginar y además es un momento y una relación que tú y Dios van a ir formando y va a volverse algo único que no podrás vivir ni experimentar con nadie más.
Hay muchos recursos, en internet o libros y herramientas que seguramente tus padres, tus líderes o tu pastor puedan proporcionarte y que pueden funcionarte. Pero si por casualidad tu situación es que no sabes qué hacer en un momento devocional, y estás leyendo este artículo, quisiera recomendarte el siguiente método llamado: Lectio Divina.
Antes de empezar, podrías necesitar los siguientes materiales:
· Una Biblia: De preferencia que puedas subrayar y que sea la versión que más te guste. Yo utilizo la NVI (Nueva Versión Internacional).
· Un Cuaderno: Esto lo puedes utilizar como un diario personal, poniendo la fecha de tus devocionales y en algún momento puedes releerlo y es un bonito recuerdo. A demás te funciona para ir evaluando como has crecido, lo que has aprendido y es evidencia de que tanto tiempo dedicas a la reflexión de la Palabra.
· Una Pluma: Obviamente para registrar tus notas.
· Y Colores o marca textos: A mí me gusta mucho subrayar aquellos textos o palabras que son clave y a través de los cuales Dios me ha hablado; así cuando quiero buscar algo en mi Biblia, lo encuentro con mayor facilidad.
Busca un lugar cómodo, no solo es importante la hora del día, sino también el lugar. Tal vez en tu casa hay mucho ruido o no hay suficiente espacio pero siempre habrá algún lugar que puedas utilizar, ya sea un parque, el patio, el carro, o incluso la biblioteca de tu escuela. Recuerdo que un predicador cierta vez compartía que su casa, cuando él era joven, era muy pequeña y lo que él hacía era encerrarse en el baño para estar a solas con Dios. Así, que todo es posible.
Prepara tu corazón: aquí puedes utilizar el cuaderno, escribe cómo te sientes hoy: físicamente, emocionalmente y espiritualmente. Escribe tus preocupaciones, alegrías, temores, cargas, qué ha pasado últimamente. Platica con Dios y entrega cada uno de estos sentimientos y emociones que de alguna forma repercuten en tu vida. Pide a Dios que puedas escucharle en este tiempo y durante todo el día.
Elige un pasaje: Puedes elegir un libro de la Biblia de acuerdo a lo que estés viviendo. Incluso también podrías iniciar con uno de los evangelios. Te recomiendo que medites en un capítulo cada día.
Ahora podemos comenzar a utilizar el método: (Esto también puedes registrarlo en tu cuaderno).
· Lectio: Lee el pasaje cuantas veces sea necesario, si quieres, puedes hacerlo en voz alta. ¿Qué palabras o frases llaman mí atención? ¿Qué me hace sentir? ¿Qué no entiendo?
· Meditatio: Lee de nuevo el pasaje, despacio y con atención, Medita en las palabras o frases que más llamaron tu atención: ¿Qué hay en mi vida que necesita escuchar estas palabras? ¿Qué es lo que Dios me quiere decir?
· Oratio: Lee de nuevo el pasaje y responde a Dios en oración a partir de lo que Él te ha dicho. Expresa cómo te sientes.
· Contemplatio: Lee el pasaje una vez más pero ahora descansa. Disfruta de esos momentos. Contempla que estas en su presencia.
· Incarnatio: Piensa y escribe qué implica para ti lo que Dios ha hablado, como puedes ponerlo en práctica durante el día y en tu vida diaria. ¿Qué pensamientos han cambiado? ¿Cómo se encuentra ahora mi corazón? ¿Cómo voy a comportarme a partir de esto? ¿A qué me reta Dios?
Ahora puedes continuar viviendo el día meditando en cada momento en el pasaje y poniendo atención en como Dios refuerza esa enseñanza a través de la vida diaria.
Recuerda que el mejor regalo o recompensa del momento devocional es Jesús mismo.