12 de septiembre de 2013

Tradiciones humanas

El día de ayer, en medio del tráfico disfrutaba de cantar con esas canciones que son claves en este tiempo. Como diríamos algunas personas, el soundtrack del momento en nuestra vida. Escuchaba y cantaba “Sun and moon” de Phil Wickham, una canción que metafóricamente presenta a Dios como el sol y el compositor dice que él quiere ser como la luna, para reflejar la luz de Dios en su vida. Y dice también, "quiero ser más como tú, brilla". Mientras cantaba ésto en un semáforo, dedicando cada palabra a Dios, vi a un indigente acercarse. Sabía que pasaría justo al lado de la ventana del copiloto del carro, la cuál estaba abierta. Lo siguiente que hice fue cerrar la ventana, mientras seguía cantando; lo seguí de reojo con mi vista y después viendo tras el espejo. Entonces me escuché cantar y cuando el semáforo se puso en verde, en mi interior me detuve. ¿Qué había pasado? Me quedé reflexionando en mi conducta, y en cómo mi comportamiento reflejaba una actitud, ideas, emociones y la manera de practicar mi fe.

Llegué a mi destino, una cafetería donde nos reunimos una vez a la semana para estudiar la Biblia. El pasaje fue Marcos 7:1-16. Los fariseos y algunos escribas se acercan a Jesús y le preguntan: “¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas?” La respuesta de Jesús, es interesante y profunda, tan contracultural y bíblica que confronta: “Hipócritas... Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres..” Al momento de responder a la pregunta sobre cuáles tradiciones o mandamientos seguimos hoy en día mientras dejamos de lado el mandamiento de Dios, tuve que confesar al grupo lo que había pasado unas horas antes. Esas tradiciones humanas yo las representaba evidentemente con mi vida: ver con prejuicio, discriminar etiquetando a alguien como indigente, loco, enfermo mental o sentir miedo e inseguridad cuando él se acercó y verlo con sospecha pensando que es peligroso o una amenaza. Me di cuenta que tan hipócrita fui, pues cantando los versos de una canción que habla de reflejar la luz de Dios en mi vida, reflejé tradiciones humanas, olvidando el amor. Pensé cómo Jesús se relacionaba con la gente. Él tocó enfermos, se acercó a prostitutas, comía con ladrones, llamó a pescadores malolientes a ser sus discípulos, habló con mujeres e incluso con una cuya nacionalidad era distinta. Definitivamente yo no estaba amando como Jesús me amó a mí. ¿A caso me creo más digna? Porque vi un indigente, en lugar de una persona, sentí miedo en lugar de compasión, puse una barrera en lugar de acercarme, actué conforme a la tradición en lugar de amar. 

Hoy por la noche, también en un semáforo. Se acerca un hombre joven y me pregunta amablemente si le doy permiso de limpiar mi carro. Le dije que no. Su mirada y sus palabras inquietaron mucho mi corazón. El hombre, cuyo nombre no alcancé a preguntar, habló con dolor y me dijo algo así mientras me veía a los ojos: "Señorita no quiero molestarla, sólo quiero juntar dinero para poder llegar a casa pues vivo lejos, pero es muy difícil porque la gente sube los vidrios como si uno fuera a hacerles algo, no quiero molestarla..." Esta vez decidí bajar el vidrio y decirle no me molestas, es sólo que no tengo dinero para darte. El hombre se fue y lo vi pasar por unos cuantos carros más y después sentarse, preocupado y triste. El semáforo cambió a verde y una vez más pensé que aun cuando no tenía dinero para darle o comida, tenía a Jesús para compartir y no lo hice. Tenía una pregunta básica para conocer a alguien: "¿Cómo te llamas?" y no la hice. Pude orar por él o escucharlo los minutos que dura un semáforo y no lo hice. 

Estas dos personas son mi prójimo a quien Jesús me llamó a amar. Y ahora me quedan preguntas, dolor en el corazón y arrepentimiento. Pido a Dios que quite toda hipocresía y egoísmo. Y oro para que aquellos que hemos conocido el amor de Cristo, podamos reflejarlo a otros verdaderamente. Que las cosas que hablamos sean congruentes con lo que vivimos, aferrándonos al amor y desechando las tradiciones humanas.