31 de octubre de 2011

El árbol y el río


Estoy aprendiendo a ser un árbol plantado. ¿Seré yo un árbol que camina? A veces voy de aquí para allá dejándome llevar por el viento. No tan solo mis hojas se sacuden sino mi débil tronco sin raíz.

He llegado a un río, una fuente de vida, un agua clara y refrescante. Después de vivir en un suelo seco, no sabiendo si sobreviviría al siguiente día, o esperando que el cielo se dignara de darme un poco de la lluvia que guarda en sus nubes... Qué irónico, tanta nube, tan nublado el cielo, tan intensa la tormenta y ninguna gota de lluvia cayó sobre mí para darme aliento, un soplo de vida.

No sé cómo llegué aquí, ciertamente el río vino a mí y me dijo: "Nutre tu ser". Al principio desconfiaba, he visto muchas aguas... pero había algo distinto en aquél río, reflejaba la luz del sol y su sonido era suave como música. Decidí acercarme y volví a Él con frecuencia durante los siguientes días. Manteníamos conversaciones interesantes y veía cómo mis hojas cambiaban de color, cómo mis ramas crecían y mi tronco se fortalecía.

Cierto día el amable río me dijo: "Puedes quedarte, he deseado desde que eras un retoño verte crecer y gusto de tener una vida a tu lado". La propuesta me pareció interesante. Pensé que era bueno, pues por fin la tormenta cesó.

De pronto, al decir esto, comenzó un fuerte viento a soplar y soplar queriendo destruir mi copa. Quise decirle al río que no resistiría, que debía correr, huir, alejarme de ese lugar. Pero el río siempre fiel me sostuvo, mis raíces se anclaron a Él y pude ver que el viento tan solo quería asustarme, sacudirme con ímpetu.

Me dí cuenta de cómo el río me amaba y también supe que nunca me abandonaría. Cada día el río me enamora y me enseña nuevas cosas. Él ha viajado y recorrido hermosos lugares, ahora estamos planeando juntos ir a un nuevo paisaje y he decidido siempre estar plantado junto a sus aguas.