Querido principito, la vida de adulto es complicada.
Los adultos son más extraños de lo que parecen cuando eres pequeño.
A penas tengo unos años de legalmente ser parte de ellos y cada vez conozco más adultos, que no sé si pertenezco a su grupo de adultos o si aquellos novatos en esto pertenecen a mi grupo de adultos.
Simplemente no lo sé.
Creo que he llegado a comprender algunas cosas, pero no tengo la certeza de entender todo lo que creo haber llegado a comprender.
Una de las cosas que he visto es que los adultos son seres que tampoco saben cómo vivir, estamos aprendiendo a hacerlo con los años, pues una vez después de los 18 (o la edad legal de cada país) no dejarás de ser adulto, aún así te llamen joven o viejo, o incluso treintón.
Estamos condenados a la adultez una vez llegando a esta.
Somos frágiles, también los adultos nos enfermamos y a veces no hay nadie que esté ahí para mimarte en tu cama... sí, es algo que se va perdiendo con los años, cuando cada vez eres menos niño.
Pero no todo es tragedia, es sólo difícil.
Tienes razón en que somos extraños... y es que también nosotros seguimos creciendo.
El crecimiento nos saca de nuestra comodidad, nos revuelve el estómago, las ideas y los sueños.
Cada adulto es diferente.
Por eso tampoco nos comprendemos, aunque siempre queremos interpretar al otro y su mundo, sin tomarnos el tiempo para conocer y profundizar en quién verdaderamente es.
Y sobre todo, cuáles son sus heridas.
Los adultos tenemos muchas heridas... algunas antiguas, de la niñez y pareciera que éstas son tan inconscientes que muchas veces duelen más que las recientes de ayer o hace unas horas.
Por eso principito, estoy aprendiendo que los adultos necesitan mucha compasión.
Lo veo en mi propio ser, en mi propia persona rota.
¿Por qué otros han de ser diferentes a mí?