Lucas 1:26-38
María, una joven a quien, en medio del curso normal de la vida, una visita inesperada le cambia todos los planes. María una adolescente virgen, que tenía entre 13 y 17 años. Era una típica joven de Nazareth de Galilea quien en sus planes tenía un compromiso. La tensión para María ante el compromiso podría ser grande y a la vez emocionante, aunque seguramente una experiencia diferente a la que entendemos por nuestra cultura. En medio de los planes de boda que tenían esta pareja y sus familias, pasa algo inesperado. Un ángel se aparece a esta joven diciéndole que ella es dichosa, que ella ha recibido el favor de Dios, que Dios está con ella. Ante esta visita, María se siente con miedo y duda en un primer momento.
Gabriel, el ángel, trae un mensaje.
En todo momento se muestra paciente, habla claro, anima a María y le repite
cada detalle a esta pequeña mujer. Pareciera una escena en un salón de clases.
Entre estudiantes adolescentes con miedo y preguntas; y maestros que tienen que
repetir una y otra vez lo que ya dijeron. El ángel le vuelve a mencionar a
María, que ella ha recibido el favor de Dios. Le dice que tendrá un hijo y de
una vez qué sexo tendrá el bebé, qué nombre debe ponerle, le dice cómo lo
llamarán y quién será. A María no le cabe en la cabeza cómo esto puede pasar,
porque ella reconoce que es virgen. María no acaba de entender qué está
pasando. El ángel continúa dando detalles de cómo pasaría esto y le cuenta que
su prima Elizabeth también está embarazada.
Elizabeth, una mujer de mayor edad,
alguien ya casada, que venía de una familia de sacerdotes y estaba casada con
uno. Elizabeth, alguien que tenía cierto estatus, pero que no podía tener
hijos, sí, ella está embarazada.Sin duda y sin miedo, después de todos estos
detalles, María responde: “Aquí tienes a la sierva del Señor. Que él haga
conmigo como me has dicho.” Una vez que María dice esto, el ángel la deja.
María se dispone a que este mensaje
le cambie los planes. Al no estar casada, estar embarazada podría traer muchas
consecuencias no favorables. Pero, a ella se le ha dicho que ha recibido el
favor de Dios. María dispone más allá de sus planes. María dispone su propio
cuerpo, su vientre. Disponer el vientre es una locura, implica un costo e
implica disponibilidad, obediencia y una entrega de los propios planes y de la vida
misma. Pero María no tuvo más miedo, porque sabía de quién venía el mensaje que
el ángel le habló. Sabía que era llamada favorecida aunque el panorama de las
consecuencias en su cultura, familia y relación con José no pintaran bien. Y
sabía que Dios estaba con ella. María creyó en el Dios que permitió que su
prima Elizabeth, quien era llamada estéril, estuviera en su 6to mes de
embarazo. María creyó en el Dios de los imposibles. Porque para Dios no hay
nada imposible.
Su respuesta a este mensaje con
implicaciones determinantes, fue “Aquí tienes a la sierva del Señor. Que él
haga conmigo como me has dicho.” María cargaría en su vientre a Jesús. Ella
tenía un ultrasonido que aún en nuestros tiempos no ha sido creado. Antes del
embarazo, María sabía el sexo del bebé, su nombre y quién sería.
Jesús.
Jesús.
Jesús.
Un gran hombre. El hijo del
Altísimo. Descendiente del rey David. Quien reinará sobre el pueblo de Israel
para siempre. Su reinado no tendrá fin. Un niño, un bebé. Hijo de Dios. Se
había hablado de un Mesías, de un Cristo, de un Salvador, de alguien quien
pondría fin a la esclavitud. El pueblo de Israel, vivía en opresión, bajo el
gobierno del imperio romano. María, una joven de este pueblo, llevaría en su
vientre a Jesús. Un gran hombre. Fue carpintero y anduvo entre la gente más
sencilla y los menos queridos. El hijo del Altísimo, descendiente del rey
David. Vendría como un bebé. Indefenso, vulnerable. Nacería en una familia de
una chica de 13 años y de un carpintero. No fue el rey que el pueblo esperaba.
No fue el rey que gobernó entre lujos, riquezas y súbditos. Fue el rey que fue
recostado en el lugar menos higiénico para un recién nacido, un pesebre, de
donde comían los animales. Murió en una cruz para traer libertad y paz.
La historia del nacimiento de Jesús,
no ocurrió en las papelerías o tiendas de envolturas de regalos. La historia
del nacimiento de Jesús no ocurrió en San Diego, gastando más de 18 pesos por
cada dólar que termina en las cajas de Horton Plaza. Tampoco ocurrió en los
mercados, entre naranjas, guayabas, manzanas y canela para el ponche de frutas.
La historia del nacimiento de Jesús no ocurrió bajo un árbol artificial o un
pino natural decorado de esferas, sino entre la madera de un establo donde
había animales malolientes. Jesús nació en un establo de Belén, porque esta
ciudad estaba tan ocupada en medio del ajetreo que esas fechas representaban. Todos
tenían que ir a un censo, así que los lugares de hospedaje estaban llenos y no
hubo lugar para la adolescente que dispuso su vientre ni para el carpintero de
Nazareth, ni para Jesús. La historia del nacimiento de Jesús no ocurrió en una
posada navideña, en una cena elegante, en unas vacaciones lejos. La historia
del nacimiento de Jesús ni siquiera ocurrió dentro de un templo. Ocurrió en un
parto doloroso, entre animales y entre dos personas dispuestas a asumir el
costo de obedecer a Dios. María y José, recibieron el favor de Dios. Dichosos,
porque la presencia de Dios estaba con ellos. Porque para Dios no hay nada
imposible.
¿Dónde ocurrirá la navidad este
diciembre?
Que la historia de María y José, nos invite a disponer nuestra propia vida al
Jesús que cambia los planes. Y ojalá que aunque parezca una contradicción, nos
encontremos con el Dios que nos da su favor y su presencia a través de Jesús.