Eres el último de este mes, el último del año. Aprendí de ti, te disfruté, me hiciste enojar, me enseñaste, te escuché y te hablé. Estás a unas horas de terminar y nunca volverás. Jamás.
Te irás como los otros días, con luchas, ilusiones, sueños, anhelos profundos, lágrimas y risas. Fue un placer haber estado contigo, permitirme vivirte. Aún no me despido totalmente y tú lo sabes, pero es este hábito mío el de acostumbrar plasmar despidos en palabras.
¿Qué más puedo hacer por ti? Eres único. Probablemente olvidable como tus acompañantes viajeros que cambian de color, del negro al blanco y vuelven al oscuro para dormir o morir en la hora cero.
Sólo puedo volver a decirte, fue un placer despertar y conocerte, acompañarte en tus horas, en tus momentos únicos...Domingo, el último, el recién nacido que envejeció tan pronto y ahora su edad es la hora 20 y media.
Fuiste tan veloz, tan fugaz...pero duras lo que tienes que durar y prometo que intentare conocer mejor a tus hermanos ascendentes. Te vas... ¿me presentarás a Lunes? Me encantaría conocerlo, que me cuente historias distintas, que me invite a viajar junto a él aventuras extremas incluso en la calma.
Pero por favor Domingo, no permitas que contigo se vaya Aquél que estuvo conmigo hoy. No te lleves a quien vigiló mi ser, no dejes que mi corazón se vaya contigo para olvidar tan sublime amor. Dame la oportunidad de seguir conociéndolo y de que Lunes sea creado por Él para vivirlo a su lado.
A Él le doy gracias por haberte creado para mí. Fuiste un regalo muy especial del cual estoy enteramente agradecida mi querido Domingo. Fuiste una oportunidad, un instrumento para acercarme a Su corazón, para alabarle, para entrar en contacto.
Gracias por un maravilloso Domingo. Me encantó este regalo y disfrutarlo a Tu lado.
Una vez más...
Te amo.
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